Durante y después de las protestas, las palabras de solidaridad y comprensión de los políticos se han sucedido. Pero lo que necesitamos es que defiendan la actividad agrícola de verdad, y no de boquilla, protegiéndola frente a la tiranía ecologista, este terror jacobino que impide en España el avance de cualquier trasvase u obra de regulación. ¿Cómo vamos a guardar agua para la sequía si no tenemos presas y cómo vamos a optimizar nuestro capital hídrico como país si no tenemos infraestructuras que permitan transportar agua de los territorios más húmedos a los más secos?

Es necesario volver a insistir que a la actual situación que sufrimos los agricultores se ha llegado no por la falta de lluvias. Las restricciones, y con ella la asfixia del campo, se producen porque las administraciones no han hecho lo que se comprometieron a hacer. Porque de la más de una docena de presas comprometidas en la planificación, y que sumaban una inversión de mil millones, no hay una sola que haya pasado el trámite medioambiental, y la única en construcción, Alcolea, en Huelva, está paralizada sine die.

Nuestra indignación no se dirige al cielo, sino hacia la tierra, hacia los despachos de los políticos “gracias” a los cuales los embalses de Agrio, Cerrada de la Puerta, Gibralmedina, San Calixto, Pedro Arco, La Coronada, Alternativa al Álamo y Recrecimiento de la Concepción sólo existen en el papel. Todas estas presas deberían estar ya en funcionamiento y con ellas las que la agricultura andaluza no hubiera tenido que soportar las restricciones y caídas de producción que la están arruinando.