Antes de la Comisión de Desembalse del Guadalquivir, se celebraron los comités de gestión de las cuencas litorales, que, como aquella, nos trajeron una mejora de las dotaciones inicialmente previstas, pero no la vuelta a la deseada normalidad. Ninguna de las cuencas andaluzas se libra de las restricciones. Ni siquiera el Tinto-Odiel-Piedras, cuenca que por segundo año consecutivo volverá a sufrirlas, algo que nunca había ocurrido antes en su historia. En su caso, en concreto, las restricciones previstas eran del 50%, y se han visto suavizadas para situarse en el 25%, lo que no deja de ser un varapalo importante para unos cultivos que ya van con las dotaciones muy justas en la planificación.

Peor es la situación de la cuenca del Guadalete-Barbate, donde la dotación media será del 50%. Es decir, la mitad del agua necesaria, que se dice pronto. Es cierto, que iba a ser mucho peor (restricciones del 75%), pero va a ser una campaña muy dura para los regantes de los dos sistemas de la cuenca. Y en el Mediterráneo otro tanto, aunque la situación es más variable, aunque las restricciones serán también generalizadas. Habrá sistemas donde incluso no se podrá regar y otros que sufrirán restricciones menos dramáticas del 30%. Pero en cualquier caso más de lo mismo: nada de normalidad. Pocos motivos para lanzar las campanas al vuelo. Seguimos en la precariedad.