El año pasado ya sufrimos restricciones de riego que alcanzaron el 25% en TOP, el 88% en el Guadalquivir y el 100% en zonas como la Axarquía, y este puede ser aún peor.
La situación hidrológica que vive Andalucía es dramática. Lo era ya el año pasado y lo era el anterior al pasado. Pero este año lo es aún más. A pesar de que oficialmente aún seguimos sin estar en situación de sequía prolongada (manda narices), nuestros embalses se encuentran en torno al 20% de su capacidad de almacenamiento. Y como se aprecia en el gráfico, si comparamos con los dos últimos años, el año pasado teníamos en Andalucía 933 hm3 más almacenados y hace dos años 1.154 hm3 más respecto a lo que tenemos ahora.
De modo que si el año pasado, ya sufrimos grandes restricciones de riego (que alcanzaron el 25% en TOP, el 88% en el Guadalquivir, o incluso el 100% en algunas zonas como la Axarquía), la campaña del curso actual puede ser aún peor. Solo un milagro en forma de lluvias muy abundantes, que no se intuye, puede salvarnos. Porque las medidas a corto plazo, como los pozos de sequía, no salvarán las cosechas. Lo único que pueden ayudarnos es a evitar que se muera la arboleda. Nada más y nada menos. Pero la campaña será catastrófica en términos de producción.
Y en este contexto, la pregunta es: ¿qué tiene que pasar para que las administraciones se tomen en serio el problema del déficit hídrico que sufre Andalucía? Un déficit que, con las inversiones contempladas, y según reconocen los propios planes hidrológicos va a seguir creciendo como consecuencia del cambio climático.
¿A qué vamos a esperar a ejecutar las presas, trasvases y balsas que imperiosamente necesita el regadío andaluz?