La sequía es un fenómeno cada vez más frecuente y preocupante en muchas partes del mundo. En agosto de 2022, la reserva de agua en España cayó hasta su nivel más bajo en dichas fechas desde 1995 y la situación no ha hecho más que agravar. Las escasas lluvias que nos han acompañado este último año no han servido prácticamente para percibir una mejoría. Y como es sabido, la situación es más que alarmante.

Los periodos de sequía se caracterizan por la escasez de lluvias y la falta de agua, lo que tiene graves impactos en la agricultura, la salud humana y el medio ambiente. En este contexto, la energía fotovoltaica se presenta como una solución sostenible y eficiente para mitigar los efectos de la sequía.

En este sentido, la energía fotovoltaica tiene la ventaja de no depender de grandes cantidades de agua para su funcionamiento. A diferencia de otras fuentes de energía, como la energía hidroeléctrica o la energía nuclear, los sistemas fotovoltaicos no requieren agua para generar
electricidad. Esto significa que no compiten con la escasez de agua en periodos de sequía y no contribuyen a agravar la crisis actual.

Además, la energía fotovoltaica puede ser especialmente útil durante las épocas de sequía, ya que la radiación solar suele ser más intensa y constante en estas condiciones. Esto se debe a que la media de los días en los que el sol incide directamente sobre la superficie del panel sin la interposición de elementos como puede darse en días nublados es mayor. Por lo tanto, los sistemas fotovoltaicos son capaces de generar una mayor cantidad de energía durante estos periodos, lo que contribuye a reducir la dependencia de otras fuentes de energía.

La energía fotovoltaica también puede ser utilizada para acceder a fuentes alternativas de agua durante la sequía. Por ejemplo, los sistemas fotovoltaicos pueden alimentar bombas de agua que extraen agua de pozos subterráneos o desalinizadores solares que convierten agua de mar en agua potable. De esta manera, se pueden asegurar suministros de agua en áreas afectadas por la sequía
y mitigar los impactos en la población y el medio ambiente.

Su relevancia en situaciones de sequía también contribuye a la sostenibilidad en general. Al ser una fuente de energía renovable y limpia, no emite gases de efecto invernadero ni contamina el medio ambiente. Esto es especialmente importante ya que el cambio climático es uno de los factores que contribuye a la desertificación.

En conclusión, la energía fotovoltaica se presenta como una solución prometedora para hacer frente a los desafíos de la sequía. Su capacidad de generar electricidad sin depender de grandes cantidades de agua la convierte en una opción sostenible y eficiente en épocas de escasez hídrica. Además, su uso puede contribuir a garantizar el acceso a agua potable y mitigar los impactos negativos de la sequía en la agricultura y el medio ambiente