Ya ha fecha para la Comisión desembalse del Guadalquivir en la que tendremos la primera previsión de dotaciones para la próxima campaña. Será el 11 de marzo y las perspectivas no son nada halagüeñas. Con toda probabilidad, lo que nos encontraremos es un pronóstico de restricciones de más del 60%. Mucho más que el año pasado, en el que las lluvias de marzo salvaron los muebles y limitaron los recortes al 33%, y menos que hace dos años, en el que las restricciones rozaron el 90% de una dotación normal. De no arreglarse la situación hidrológica con nuevas lluvias y aportaciones, sería la séptima campaña consecutiva con dotaciones incompletas.

Y en ese contexto, aprovecharemos la participación en la Comisión para reclamar obras. Estamos ya a mitad del presente ciclo hidrológico y la realidad es que no se ha comenzado ni una sola obra en el Guadalquivir. Cuando se nos presentó el pasado Plan, con importantes recortes en la planificación, se nos convenció de que la desaparición de algunas obras obedecía a la voluntad de planificar solo lo que iba realmente a ejecutarse. Dado que en el pasado nada de lo que se había planificado se había materializado nos pareció que quizás obedeciera efectivamente a un gesto de sensatez. Pero el argumento de la viabilidad se va desmontando por momentos. Porque la realidad es que, sobrepasado el ecuador de la planificación, ni una piedra se ha movido en la Cuenca. Si había intención de ejecutar realmente las obras planificadas, de momento no se nota.

Por desgracia, la situación no es exclusiva del Guadalquivir, sino que es general en todas las cuencas andaluzas, también las intracomunitarias. Los pocos avances, a paso de tortuga, son de estudios previos. Ninguna obra hidráulica de regulación ha comenzado. Y la sequía no ha acabado. La única zona que puede salir de las restricciones este año es la demarcación TOP y el Sistema de la Costa Tropical de Granada. Para los demás, ajo y agua de aguantarse, no de la que llena los embalses.