Ya lo avisábamos. Algo empieza a cambiar en la percepción de la política hidráulica que ha gobernando en España en los últimos lustros. La dictadura de la nueva cultura del agua puede haber llegado a su fin. Las movilizaciones de los agricultores en toda Europa contra las políticas de la agenda verde pusieron las primeras piedras del camino. Y la ahora la terrible experiencia de la DANA parece que ha hecho definitivamente caer del guindo a algunos partidos políticos que venían pasteleando con la narrativa ecologista de las soluciones basadas en la naturaleza y otras simplezas parecidas, de ineficiencia e ineficacia contrastada en la reciente DANA de Valencia.
Con verdadero alborozo hemos visto que en las últimas semanas el propio presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, se ha decidido a pedir al Gobierno que retome las presas de Alcolea y Cerro Blanco. La primera lleva ocho años parados, después de haberse ejecutada al 23%, mientras que la segunda despareció de la planificación hidrológica sin ninguna razón justificada. No es magia: son tus impuestos malgastados. Los ciudadanos pagamos y con ellos las administraciones planifican obras hidráulicas que luego no ejecutan para gastárselo en perfectas inutilidades.
Ojalá encontremos a partir de ahora en la administración andaluza un aliado más firme en las políticas hidráulicas que necesita al regadío frente al cambio climático, las cuales requerirán no solo nuevos recursos hídricos basados en la regeneración y desalación, sino presas y embalses para acumular aguas y laminar avenidas. Está muy bien que la administración regional se ponga de nuestro lado en la reclamación de estas obras, pero esperamos que su apoyo no se quede en gestos y reivindicaciones, sino que se traduzca en realizaciones concretas. Esperamos que cuando el balón esté en su tejado contribuya con facilidades y plazos ágiles. Y esperamos que colabore también con la realización de un plan de impulso a las balsas de riego o microembalses.
Con una tramitación menos dilatada y compleja, las balsas no sólo ayudarían a aumentar la capacidad de regulación y la calidad de las aguas usadas, sino que también ayudarían a proporcionar una mayor defensa frente a las inundaciones. Si la naturaleza proporcionara soluciones ella sola, la ingeniería sería una profesión superflua. Hagan caso los políticos a los ingenieros y olvídense de esa solemne vacuidad de las soluciones basadas en la naturaleza.