Las medidas compensatorias están más que justificadas para un sector que se ha demostrado esencial para el abastecimiento alimentario de la población en estos dos últimos años.

En septiembre no lloverá. Y si lo hace, no será de modo que pueda provocar ningún cambio significativo en la situación hidrológica de la Cuenca. Si así sucediera, esas precipitaciones bien podrían catalogarse como milagro. No hay razón, por tanto, para dilatar la declaración de sequía y las consiguientes medidas compensatorias. Porque además la situación de asfixia que vive el regadío no solo no espera sino que va a más.

El escenario no puede ser peor. No lo olvidemos: en esta campaña la regulación general solo ha podido contar ya con la mitad de la dotación de un año normal. Con esa media dotación, las caídas estimadas de producción van a ser muy significativas. En el olivo y aceituna de mesa, se estima entre un 25 y 35% menos de la producción; en los cítricos, también un 20-25% menos; en algodón, las estimaciones de cosecha son de un 30%; y en el arroz, que solo ha podido sembrar la mitad de su superficie, la producción caerá más de un 50%. Y a esto se une el precio de la electricidad, con una subida del coste eléctrico para el regadío que se estima entre el 30 y el 100%, y que analizamos en la próxima noticia.