A pesar de ello, concluirá con la Regulación General muy cerca de la emergencia.

Recientemente se celebró la Junta de Gobierno de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, en la que se hecho balance de la evolución de la campaña de riego y de la situación hidrológica. Allí conocimos que los consumos, a fecha de 15 de julio, son menores de los previstos –al ayudar las lluvias de mayo pasado y consumirse menos agua en mayo y junio-, por lo que se prevé un estricto cumplimiento de los acuerdos adoptados en la comisión de desembalse del 20 mayo, donde se autorizó un volumen de desembalse total de 1060 Hm3.

Pero hasta aquí las buenas noticias. Porque, como ya sabíamos, la situación de partida no era la mejor, y la Regulación General acabará con los embalses muy cerca de la emergencia, en una situación muy parecida a la de 2017, y por tanto de gran precariedad y total dependencia de lo que ocurra en el otoño e invierno de este año y principios del próximo.

Y es que el año hidrológico no fue bueno. De hecho, fue un año engañoso, peor de lo que parecía, porque la caída de las precipitaciones fue acompañada de una caída mucho mayor de las aportaciones a los embalses. Así, mientras las primeras se redujeron un 8%, las segundas lo hicieron un 50%.